viernes, 23 de enero de 2009

LUIS GARCIA BERLANGA: EL ESPERPENTO EN IMAGENES

A lo largo de su trayectoria cinematográfica, Luis García Berlanga (Valencia, 1921), ha realizado nada menos que 20 películas. La segunda de ellas, “Bienvenido Mr. Marshall” (1953) sacaba a la luz las inquietudes sociales y humanas del joven cineasta. En ella bucea en los valores y costumbres de la España rural del Régimen e ironiza con el desarrollismo habría de traer al país el dinero americano que no terminaba de llegar y que cuando lo hizo, pasó de largo. La vida social española transcurre en sus películas en forma de drama con tintes de humor. Berlanga encontraba la paradoja, fabricaba las metáforas, las aderezaba con humor y sacaba la película a la calle como si de una comedia se tratara. Esa técnica narrativa le permitió burlar a la censura y colocar títulos de otra manera imposibles en cartelera.

Su mordacidad y capacidad crítica, su mirada de lobo disfrazado de cordero, vuelve a salir a la luz cuando en 1957 graba “Los jueves, milagro”, una crítica al fanatismo religioso del país. La película cuenta la historia de un pueblo que inventa un milagro similar a los de Lourdes o Fátima para promocionar su balneario. Disfrazan a un pobre hombre de aparecido y lo colocan en el túnel de la vía del tren todos los jueves, como si de una sesión de cine se tratara. La religión es algo más que el opio del pueblo en “Los jueves, milagro”.

El desarrollismo que no terminaba de llegar en “Bienvenido Mr. Marshall” ha hecho ya acto de presencia en la España del 61. Es el momento de criticar valores y costumbres burguesas. Berlanga se embarca en la aventura de “Plácido” que comienza a partir de una campaña de navidad: “Siente un pobre en su mesa”. “Plácido” fue nominada al oscar como mejor película extranjera en 1962. Es una dura crítica a una sociedad aburguesada y necesitada de acciones que limpien sus conciencias.

Un año más tarde, en 1963, se rueda “El Verdugo”, la historia de un enterrador que se ve en la obligación de heredar el trabajo de su suegro, verdugo, para conseguir un piso de protección oficial. Sin embargo el joven no quiere hacerlo, detesta el oficio y aspira a encontrar un trabajo “más moderno”. Sarcástica, irónica, triste y divertida al mismo tiempo, “El Verdugo” deja ver una luz al final del túnel del franquismo. Esa luz llegaría en “La escopeta nacional” que marca el inicio de la Transición y abre la puerta a la Democracia, de manera magistral.

En la trilogía “La escopeta nacional”, los últimos pilares del Régimen se desmoronan durante una cacería. Tecnócratas, constructores, industriales y hasta cineastas ocupan los nuevos estamentos sociales. La incertidumbre planea sobre todo aquello que suena a rancio: la nobleza, la iglesia…

Tiene que llegar 1985 para que Berlanga aborde el trabajo que cierra el círculo, “La vaquilla”, una historia de guerra y de risa, un esperpento en toda regla, otro drama cómico. “La vaquilla”, vista en retrospectiva, narra el suceso que desencadena todo el cine de Berlanga. Es la guerra que generó las situaciones que dieron vida a sus argumentos. Tras esta película, llegan las que transcurren en la democracia, “Moros y cristianos” o “Todos a la cárcel”: corrupción, pelotazos, oportunismos. Igual que en las anteriores, todo es real y muy social. Berlanga es España o por lo menos la representación ácida de los últimos acontecimientos de nuestra historia.


Para la revista Punto y Coma

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