miércoles, 13 de mayo de 2009

BIGAS LUNA, RITUAL DE LO PASIONAL

Juan José Bigas Luna (Barcelona 1946) se define a sí mismo como artista y creador audiovisual, antes que como director de cine. Comenzó su carrera cinematográfica en los años 70 y desde entonces ha sido responsable de cerca de veinte largometrajes entre los que destacan Las edades de Lulu, Jamón jamón, Huevos de Oro, La teta y la luna o Yo soy la Juani, entre otros muchos. Narrador de historias sórdidas, que resultan denterosas, como el sonido de dos bolas de hierro que se frotan en una mano. Sus películas huelen a cocido y Barón Dandy y tienen en su textura algo que se queda pegado a los dedos, como si de fijador de pelo barato se tratara. Es el resultado que produce esa estética cutre, machista, chulesca y pasional de los seres que las pueblan.

Los personajes de Bigas Luna son gente de la periferia, geográfica o psicológica, atrapados y manejados por las bajas pasiones, por los amores obsesivos, por el ansia de posesión y el deseo cambio social. Personajes de esos a los que nadie les ha regalado nada, sabedores de que en la vida las cosas se alcanzan a fuerza de empujar. Sus personajes masculinos son horteras de barrio intentado ir a más, chulos de carretera en busca de oportunidades, machos ibéricos con mujeres a las que dominan, engañan y explotan como norma natural: Hedonistas y egoístas, tíos de bragueta rápida que fardan de sexualidad excesiva, orgullosos de sus atributos sexuales. Las mujeres, siempre pasionales, posesivas, enamoradas hasta los huesos, resultan víctimas de un amor que duele y obsesiona, un amor casi nocivo. Son mujeres que aceptan todo, menos la infidelidad. Y en ese amor obseso y doloroso aguantan hasta que la situación se hace insostenible. Entonces los nervios revientan y las pasiones urden venganzas. En ese momento el macho ibérico no tiene otra cosa que hacer que implorar piedad y aferrarse a la compasión de la mujer despechada.

Por otro lado, lo pasional es un punto común entre aquellos que lo tienen todo y aquellos otros que no tienen nada y que por tanto aspiran a todo. Los ricos viven pasionalmente por exceso, quizás sean ricos precisamente por eso, por haber sabido llevar sus más bajas pasiones hasta el final. A los pobres, a los personajes de extrarradio desprovistos de casi todo, inmersos en una cultura de supervivencia, no les queda sino la pasión que generan los bajos instintos; es el arma con el que quieren emprender el ascenso social. Sin embargo, cuando los desposeídos logran su objetivo, no son capaces de ir más allá del materialismo vacío que les han vendido los medios de comunicación. Adoran las marcas como símbolos de estatus y se adornan con joyas ostentosas, que representan su orgullo genital: “Si tengo dos huevos, dice el protagonista de huevos de oro, por qué no voy a tener dos rolex.” Es ahí donde nace, y seguramente muere, el hortera, que no es sino la evolución en la cadena social del chulo de barrio cuando tiene dinero, o parece tenerlo.

La naturaleza humana es representada por el director en su faceta más ancestral. Los guiones de Bigas Luna incorporan, inexorablemente, el sexo y la comida como dos necesidades existenciales del ser. Sin cualquiera de las dos nos extinguiríamos, dice el director. No es de extrañar que sus películas estén llenas de tetas que saben a tortilla de patatas con cebolla, a jamón y a ajos. O que de ellas manen chorros de leche para que los niños beban por puro capricho. O que los protagonistas degusten sus comidas a la vez que observan a mujeres desnudas. Y mientras los horteras de barrio se comen a besos con sabor a platos populares, las clases altas degustan sofisticadamente los más selectos manjares y se cubren con servilletas cuando el acto de comer exige acciones indecorosas, como comer con los dedos.

Bigas Luna ha adquirido fama de descubridor de nuevos talentos del cine español. De sus primeras producciones importantes surgieron Penélope Cruz, Javier Bardem y Jordi Molla. En la actualidad defiende la creación audiovisual basada en la corta duración, en el mini formato creado con una cámara de video o con un teléfono móvil. Los que no sepan manejar estas herramientas, afirma, serán los analfabetos del siglo XXI.


Para Punto y Coma

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