Nunca ha existido en nuestro entorno la costumbre de celebrar la Semana Santa con gran despliegue de medios. Por mucho que uno intente recordar, no atina a encontrar en la memoria esos pasos con vírgenes llorosas, cristos crucificados y penitentes ensangrentados. Todas esa imaginería de la pasión queda más para las sobrias tierras de Castilla o para la folclórica Andalucía. Lo nuestro ha sido siempre más de andar por casa y mucho menos espectacular. Los de aquí no somos muy de celebrar las fiestas de guardad. Quizás nuestra idiosincrasia sea en sí más sobria que la parafernalia propia de otros lugares.
No obstante cabría preguntarse qué queda de lo religioso en estos días de vacación. Todo pasa y todo queda, decía el poeta. Todo cambia, habría que añadir. Y sobre todas las cosas el fervor religioso. Hace tiempo que la Semana Santa no son sino días de asueto y buen vivir. Días robados a la ganancia y dedicados al gasto ¿Qué sería de la sociedad de consumo si no se hubiera inventado el tiempo libre?
No obstante cabría preguntarse qué queda de lo religioso en estos días de vacación. Todo pasa y todo queda, decía el poeta. Todo cambia, habría que añadir. Y sobre todas las cosas el fervor religioso. Hace tiempo que la Semana Santa no son sino días de asueto y buen vivir. Días robados a la ganancia y dedicados al gasto ¿Qué sería de la sociedad de consumo si no se hubiera inventado el tiempo libre?
Pensando en esos días planeamos viajes, a la playa o a la nieve, o a las grandes ciudades de la modernidad. Queremos consumir en las firmas más importantes, comer y cenar en anhelados templos de la gastronomía. Igual que antes la gente abandonaba la iglesia para salir a rezar a la calle, hoy abandonamos los centros comerciales para practicar ritos y creencias en capillas preciosas, y exclusivas. Rezamos a una fuerza extraña para que nuestros sueños adquisitivos se hagan realidad. Vivimos entregados a la religión del consumo, al Dios dinero y esperamos la rápida satisfacción de los deseos. La nueva religión promete felicidad inmediata sin necesidad de esperar a la vida eterna, que sabe dios dónde estará. Hoy la santísima trinidad la conforman el consumo, el dinero y los medios. Infunden amor y temor, todo en la más recia doctrina catequista. Ansiamos el tiempo libre para dedicarnos a ello con devoción. ¿Son cinco días de pasión, o cinco días apasionantes?
Para la Revista Stylo, Noticias de Gipuzkoa, Grupo Noticias
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