lunes, 23 de marzo de 2009

RAFAEL AZCONA: HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA

La historia de Rafael Azcona (Logroño 1926- Madrid 2008) es la de un joven aspirante a escritor que decide viajar a Madrid en busca de la literatura. Una vez llegado a la capital, con una mano delante y otra detrás, Azcona se dedica a hacer vida en el café Varela, donde conoce al ilustrador Mingote. Éste le recomienda para trabajar en la revista de humor La Cordorniz. Poco después, el productor de cine italiano Marco Ferreri se interesa por una de sus novelas y le propone llevarla al cine. Ferreri convenció a Azcona para trabajar en el cine y éste convenció a Ferreri para que se apartara de la producción y se dedicara a la dirección, donde al menos no había que adelantar ningún dinero. Tras innumerables aventuras y considerables fracasos en sus intentos, ambos consiguen grabar El pisto en 1959. A partir de ese momento, la producción literaria de Rafael Azcona para el mundo del cine no cesa. Sus guiones se convierten en la piedra angular de muchas de las obras maestras del cine español de los últimos tiempos.

Tuvo una sensibilidad especial para captar la vida social española del franquismo y para reflejarla con naturalidad. Creó personajes sencillos y sin pretensiones, que se desenvolvían en la vida con el sentido del humor que tienen las cosas cotidianas. Es por eso que los guiones de Azcona consiguen atrapar a los espectadores en la historia. En ellos hay risas y lágrimas, éxitos y fracasos; la materia misma de la que se hace la vida. Es el mundo propio que Azcona creó para el cine. Para conseguirlo, se dejó acompañar por aquellos directores que también mostraban una preocupación por la realidad social española; junto a Berlanga formó un tándem maravilloso, de resultados inolvidables.

Su método de trabajo empezaba por lo que se podría denominar la investigación de campo. Cuando iniciaba un proyecto, primero se reunía con el director o productor de la película en una de esas cafeterías en las que podía observar a “las señoritas tan estupendas que, el que más y el que menos, lleva colgadas de su respetivo brazo”. Allí charlaban largo y tendido: literatura, películas, la gente que pasa, historias propias o de conocidos. Esas reuniones se repetían durante días; nunca Azcona tomaba notas de nada. Hasta que llegaba el momento en que sabía qué película quería hacer su cliente. Empezaba entonces el trabajo de escritura. Como a él le gustaba decir, sólo escribía historias de garbanzos, pegadas a la tierra. Sus personajes viven la vida tal y como llega: ella les atrapa y les malea, ellos se amoldan e intentan sobrevivir con cierta resignación, agarrándose al clavo que más cerca les quede, por mucho que queme. Lo trágico se mezcla con lo cómico; es la forma de ser española.

Azcona insistió siempre en que el guión no es sino una herramienta con la que se realiza una película. El guionista debe aparecer en el momento en que se le encarga el trabajo y desaparecer a la entrega del guión. Las películas, decía, son de los directores. Novelista, dramaturgo, poeta, articulista y humorista gráfico, fue considerado por muchos como uno de los mejores guionistas del mundo. Recibió montones de premios, ningún otro guionista ha acaparado tantos premios Goya al mejor guión: original o adaptado. De él dijo el director Fernando Trueba: “Rafael ha hecho la mejor literatura producida en nuestro país en los últimos cuarenta años del siglo XX y espero que no decaiga en el siglo XXI”.

Azcona dejó el cine y la vida el 24 de marzo de 2008, hace a penas un año, víctima de un cáncer de pulmón. La última película en la que trabajó fue Los girasoles ciegos, en cartelera hasta hace poco tiempo, seleccionada por la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York como la mejor película del año. Fue elegida por la Academia de Cine para representar a España en los premios Oscar pero quedó eliminada en la preselección de las películas de habla no inglesa. No obstante cuenta con quince nominaciones para los premios Goya de este año. Por supuesto, una de las nominaciones es al mejor guión adaptado. La cinta, no podía ser de otra manera siendo su director José Luis Cuerda, está dedicada a Rafael Azcona.

Para revista Punto y Coma

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